2 de enero de 2022. Son las 5 de la mañana en Madrid, coges tu cámara, tu trípode y te montas en el coche rumbo a la Mancha Húmeda, un conjunto lacustre de elevada biodiversidad en plena Castilla-La Mancha.

A las 7 de la mañana ya estás allí, nervioso. Vas a intentar fotografiar un ave con la que llevas soñando varios años… ¿Y si no aparece? ¿Y si solo viene unos segundos y no me da tiempo? Estos pensamientos te vienen a la cabeza mientras te calzas las botas de agua y te subes a la barca que te llevará al escondite fotográfico en medio de la laguna. Una caseta de madera flotante de 4m2 que será tu refugio durante las próximas 5h.

Hace un frío que pela, temperaturas cercanas a cero. Montas el equipo y esperas… Los primeros rayos de sol empiezan a bañar lo que será el escenario de la fotografía: un entorno de carrizos y eneas dónde, si hay suerte, el ave hara acto de presencia. Un ave en regresión y difícil de avistar en la península debido a sus hábitos, siempre escondida entre la vegetación palustre.

Son las 9 de la mañana y alguna otra especie ha venido al escenario, pero ni rastro del objetivo. De repente, un sonido llama mi atención… un pequeño bando de 4 bigotudos entra en escena: dos machos y dos hembras.

Los machos, con características bigoteras negras no paran de moverse, la situación no es la ideal para captarlos como quisiera. De repente, los astros se alinean y uno de los machos se sube a una de las eneas. Durante sólo unos instantes, se coloca en la pose con la que siempre había soñado; la postura típica de este paseriforme. Mirada a cámara y tan pronto como aparecieron, se perdieron entre la vegetación. Durante el resto de la sesión, vinieron otras tantas veces pero nunca más se volvieron a poner en esa pose. La foto que siempre había querido. Una de mis especies favoritas. El bigotudo.

Bigotudo haciendo el spagat
Bigotudo haciendo el spagat

Durante el resto de la mañana pudimos disfrutar de un sinfín de especies que, generalmente resultan esquivas o difíciles de fotografiar.
Pechiazules, tarabillas, gorriones morunos, ruiseñores bastardos y carricerines reales visitaron el escenario a lo largo de la mañana.

Esta última especie me hizo especial ilusión; un pequeño pájaro de unos 12cm y con hábitos palustres. Es el único carricerin que podemos encontrar todo el año en nuestra península y el único que cría en nuestros humedales. Está catalogado de Interés Especial según el Catálogo de Especies Amenazadas.

Estuvimos en el hide hasta las 12 de la mañana, cuando el guardés de la finca vino a recogernos. Sin duda fue una experiencia única y muy recomendable. Siempre había soñado con poder observar esta especie, y hacerlo de esta manera, tan cerca, tan bien… fue irrepetible.

Espero que os haya gustado el relato y que, de esta manera conozcas un poco más los entresijos de cada foto.

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